El lobo ibérico (Canis lupus signatus) es una subespecie de lobo endémica de la península ibérica. Su proximidad filogenética con otras poblaciones de lobo europeo ha llevado a muchos zoólogos fuera de la península ibérica a incluirlo dentro de la subespecie nominal C. l. lupus. Anatómicamente es un lobo de tamaño medio; los machos alcanzan hasta setenta centímetros de altura y cincuenta kilogramos de peso. El pelaje tiene manchas oscuras en la cola, parte anterior y cruz que han dado nombre a la subespecie. Aunque históricamente se distribuía abundantemente por toda la península ibérica, en 2018 se mantiene con poblaciones relativamente estables al norte del Duero, mientras que al sur su población es frágil y está fragmentada.
De tamaño medio, los machos alcanzan entre 1,30 y 1,80 m de longitud, y las hembras entre 1,30 y 1,60 m. La altura de cruz puede llegar a los 70 cm. Generalmente, los machos adultos pesan entre 35 y 50 kg, y las hembras entre 30 y 40 kg. En movimiento, llama la atención el poderío de los cuartos delanteros en relación con la grupa, levemente caída.
Tienen la cabeza grande y maciza, orejas triangulares relativamente pequeñas y ojos oblicuos de color amarillento. El hocico presenta unas manchas blancas en los belfos denominadas «bigoteras».
Su pelaje es heterogéneo, de tal forma que se describen unas franjas longitudinales oscuras o negras cubriendo la parte anterior de sus dos patas delanteras, una mancha oscura a lo largo de la cola, y otra mancha oscura alrededor de la cruz a la que se le conoce como «silla de montar». El conjunto de estas marcas o manchas oscuras, son las que le han dado el nombre «signatus» a esta subespecie de lobo, puesto que signatus en latín significa ‘signado’ o ‘marcado’. Los lobeznos al nacer presentan tonos oscuros uniformes.
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